viernes, 31 de octubre de 2008

Tribus Urbanas: una estética posmoderna



Pablo Urbaitel es Pedagogo y eso se nota. Desentraña cada tema recreando un universo muy fácil de percibir y hasta muy cercano. Hace que la teoría resulte algo tan cotidiando como una charla entre amigos.
“La cultura juvenil tiene dos rasgos fundamentales: una es la internacionalización, donde la juventud –luego de la década del 50’, en todo el mundo- se torna un signo de mercado privilegiado, y el otro rasgo es lo que se denomina econoclasta, es decir, una crítica al mundo adulto”. Al surgir éstos grupos juveniles se presencia claramente una gran confrontación con el mundo adulto, y éste mundo adulto era autoritario, formalista, sojuzgador, lo que hacía imposible un espacio, una voz a los grupos juveniles. Una clara imagen de eso, es por ejemplo, la familia. El niño vestía con gomina, camisa, moño, y pantalones cortos. El niño era un joven con deseos de ser un adulto. En ese pedazo de tela que faltaba en los pantalones, el padre le estaba diciendo al hijo que todavía era inmaduro, que era incompleto, y que esa incompletud es lo que no te permite ser como yo, aunque vos lo quieras.
Los movimientos juveniles surgidos en la década del 60’ –el movimiento Hippie, la revolución de la izquierda y los grupos civiles autoconvocados- se proponen derrocar viejos parámetros sociales, acabar con la historia de vida planteada hasta ese momento.





¿Cómo se construyen éstos grupos?
El mundo juvenil del hoy, a contraposición del de la década del 60’, es un grupo que no se piensa contrario al mundo adulto, y el mundo adulto, al mismo tiempo, no es autoritario y formalista, sino muy amable y permisivo. En un mundo “adolescentizado” como el nuestro, nadie quiere proponerse ser grande, todos quieren seguir siendo jóvenes. Hoy es el adulto el que quiere ser joven, y es el joven el que le dice que hay algo que le impide ser joven, en principio, la edad. Lo que se rompe aquí es la idea de “habitar un territorio imaginario común”. Esto significa que, por ejemplo, cuando los grupos de los 70’ militaban para cambiar el mundo, había un imaginario claro: quería tomar el poder, destruir el Estado, etc; es decir, había una disputa por habitar ese territorio imaginario común.



¿Cómo comprendemos en profundidad a éstas formas de segregación?
Lo de hoy es una coexistencia, es decir, se coloniza más el tiempo que el espacio. Esto lo vemos con la categoría de la “noche”, que es justamente colonizar un momento del día en el cual se cree que no irrumpen los adultos, pero al mismo tiempo, no hay una pelea por la colonización, simplemente se construye un tiempo y un espacio subalterno.

Posmodernidad
Lo que entendemos por Posmodernidad, debe comprenderse que las grandes utopías modernas del cambio social ya no están, y desde éste lugar se piensa “la construcción de identidades débiles”, lo cual nos hace ver cuán distinto suena identificarse, por ejemplo, con la revolución marxista, a identificarse con Newls o con Central, o con Los Redonditos de Ricota. Lo que hay es una construcción identitaria que tiene mucho menos que ver con lo ideológico que con lo estético. Hay una fuerte convocatoria a la “estetización de lo social”, con lo cual el sujeto construye su identidad desde el deseo por la estética: cómo te vestís, cuán a la moda estás, etc. Y en una sociedad que totalmente consumista, el mercado no solamente fomenta esto sino que se apodera de cualquier formulación o explosión mediática social que explote la estética y el placer.
La sociedad es “Filoneísta”, ama a todo lo nuevo, con lo cual la historia, la ideología y la formalidad social pasarían a ser espacios residuales. Nada tiene sentido por sí mismo, ya que con lo estético estaría alcanzando para construir un lugar de identidad.
Hay otra característica en cuanto al consumo, que tiene que ver con lo que Baudrillear llama la “transpolítica”, o sea, darle a todo el consumo una característica política, y a la vez, la política también estaría tomando muchas cosas del espectáculo. Volvemos al ejemplo de la música, pues parece ser el más claro: si un grupo se identifica con La Mancha de Rolando, no sólo porque le gustan sus melodías, sino porque el grupo se postula como “anti-sistema”, justamente se le entrega a algo que pretende ser simplemente musical, un rasgo político.
Estos grupos necesitan construirse, apartarse de los demás, construir un nosotros que los separe del otro a partir de singularidades. Antony Gidens habla de esto, cuando explica “La Modernidad Reflexiva”, lo cual sería una selección de categoría del qué hacer, para desligarse de cosas que ya están planteadas de antemano, autoridades externas a una que nos decían qué debíamos hacer: casarse, trabajar, tener hijos, etc. Esas autoridades tenían un fuerte asidero en la construcción de subjetividad de cada uno de nosotros. Como efecto reactivo a la idea de Modernidad, el sujeto se libera de todas esas ataduras, y por lo tanto, hoy todos somos lo que queremos ser y a esto se le suma el hecho de que nos educan para que seamos críticos a todo. Nos obligan cada vez más a ser uno mismo, no hay autoridad externa que nos indique el camino. Bauman dice que el único Dios que tenemos es elegir, y elegir el camino individualmente produce fatiga, aislamiento y frustración. Aquí encontramos el paso al “ser uno mismo”, y ese “ser uno mismo” implica que necesitemos ser cada vez más distintos el uno del otro. El “nosotros” para que sea de ésta forma, necesita tener categorías paulatinamente más distintivas.
Lo que produce la globalización es una interdependencia, o sea, el corrimiento de barreras exteriores. Lo que se estaría construyendo serían barreras interiores, y esto ya no tendría que ver con el pensamiento como tal, sino con la exacerbación de lo estético. Por eso es que un flogger, un emo, un punk, un rockabillie, un freak, serían exactamente lo mismo en categoría. En todos ellos encontramos una hipérbole bien marcada de lo estético.

Tribus Urbanas:

¿Qué es, entonces, una Tribu Urbana?
Boomp3.com

¿Qué es lo que nos queda?
Boomp3.com

Leer más...